martes, 3 de junio de 2008

Primera victoria contra Bolonia

Carlos Fernàndez Liria
La Universidad Complutense de Madrid solicitará la suspensión de la Orden Ministerial que regula el Master de Formación de Profesorado
Esto es sólo el comienzo. La Universidad Complutense de Madrid, la más grande del estado, ha decidido solicitar al Ministerio la suspensión de la Orden Ministerial que regula el Master de Formación del Profesorado (ECI/3858/2007, BOE 27/12/2007).

Se trata de la primera gran victoria del movimiento estudiantil contra la Convergencia Europea (proceso de Bolonia) que comenzó hace dos meses con el encierro en la Facultad de Filosofía y Filología de la UCM. El pasado 18 de abril, los estudiantes, en un debate con el Rector Carlos Berzosa que duró más de cuatro horas y que contó con una asistencia masiva de más de mil personas, habían logrado comprometer al equipo rectoral a convocar un Claustro para discutir esta Orden Ministerial. Ante todo, se trataba de someter a consideración un Manifiesto titulado “La Profesión de Profesor” (1), propuesto por la Junta de Facultad de Filosofía y que ahora ha sido ya firmado por una docena de Juntas más y por miles de alumnos y profesores a título particular.

El Claustro se celebró el día 26 de mayo de 2008 y duró casi seis horas. Se trata de una de las contadas ocasiones en las que se plantea en la Universidad un auténtico debate sobre algo de importancia, pues, en realidad, el proceso de Bolonia en general ha venido imponiéndose a base de montar debates prefabricados entre los que ya están de acuerdo entre sí. Finalmente, por una mayoría abrumadora, el Claustro ha decidido tomar medidas para paralizar el aludido Master de Formación de Profesorado. Es el primer paso que demuestra que no todo es inevitable en este proceso neoliberal que amenaza a la Universidad Pública.

El problema de fondo es el siguiente: dicha Orden Ministerial instituye como requisito para presentarse a las oposiciones para profesor de secundaria haber cursado un Master de Formación del Profesorado (MFP) destinado a formar competencias de psicología, pedagogía, psicopedagogía y didáctica aplicada. Se trata, por supuesto, de ampliar a un año (y a precio de master) el actual “Certificado de Aptitud Pedagógica” (CAP). Este cursillo pedagógico, desde hace décadas, ha sido una auténtica vergüenza para la Academia. Es casi imposible encontrar un profesor de enseñanza secundaria que declare que dicho cursillo le ha aportado nada interesante. Por el contrario, el consenso sobre su inutilidad y su estupidez es apabullante. Probablemente, este es el motivo por el que el CAP jamás ha sido evaluado objetiva y públicamente. Y eso que vivimos tiempos en que se está evaluando la calidad de todo, incluida la tabla de multiplicar.

A este respecto la aludida Orden Ministerial fue una verdadera sorpresa: en lugar de suprimir esa rémora pedagógica, se multiplicaba su precio por diez y se cuadruplicaba en duración.

Las consecuencias de esta decisión descabellada pueden ser muy graves para la Universidad y también para la Enseñanza Secundaria y el Bachillerato. La mayor parte de los alumnos universitarios que piensen en su profesión optarán por cursar el MFP y no un Master de estudios avanzados en filosofía, lingüística, física o biología. A medio plazo, eso sentencia de muerte los másteres de casi todas las facultades teóricas y clásicas. Pero lo peor es el perfil del profesor de secundaria al que se aspira. No ya un profesor que sepa filosofía, física o gramática, sino un asesor psicopedagógico de un material humano al que, en realidad, ya se da por perdido: el alumnado en general de toda la enseñanza pública. Pero esto no es una solución sino un agravamiento de un problema cuyas raíces son de carácter social, económico y político, no académicas.

¿Por qué se premia así a la pedagogía?

Se trata, en efecto, de un verdadero golpe de Estado académico. Lo que en realidad ha ocurrido es que determinados pedagogos bien asentados en puestos de poder han brindado una coartada epistemológica al Proceso de Bolonia. Han disfrazado de revolución educativa lo que en realidad no es más que una reconversión industrial de la Universidad, una puesta del conocimiento al servicio de la demanda empresarial. El Master en Formación del Profesorado no es sino el premio que se les otorga por los servicios prestados. Se prestaron a hacer el trabajito mafioso de la reconversión económica de la Universidad y ahora exigen ser remunerados.

Sus argumentos son siempre los mismos. Lo llevan siendo desde los tiempos franquistas de Villar Palasí, en los que ya se escuchaba esa cantinela: hay que terminar con la rigidez de la enseñanza (¡flexibilizar la educación, igual que el mercado laboral!), proponer una educación no memorística, una enseñanza participativa, no centrada en la lección magistral, no centrada en la enseñanza, sino en el aprendizaje, etcétera, etcétera. Es algo que ya viene repitiéndose desde los años setenta (sólo que entonces no se decía, como ahora, que tanta reforma se iba a hacer a coste cero, dañando la condición de funcionario y flexibilizando la condicional profesional del profesor). Esta ideología “pedagógica” se basa en una hipótesis muy discutible, por mucha aceptación que acostumbre a tener en los Institutos y Facultades de Ciencias de la Educación: la consabida idea (que no por consabida habría escandalizado menos a Platón y a Aristóteles) de que “quien sabe, no por eso sabe enseñar lo que sabe”. Este argumento es una falacia, pero ha sido esgrimido por los “expertos en educación” que asesoran al gobierno hasta acabar por abducirle. Se pretende así que (1) el saber matemáticas, o latín, o gramática, o física no significa saber enseñar matemáticas, saber enseñar latín, saber enseñar gramática, saber enseñar física; y que (2) el “saber enseñar como tal” sería un saber desconyuntable de los anteriores, objeto de las “ciencias de la educación”. Las dos cosas son falsas. Cualquier docente experimentado sabe que la cosa es exactamente al revés: la mejor prueba de que algo que uno creía saber no lo sabe en realidad es que fracasa al enseñarlo. Si no se sabe cómo enseñar algo es porque no se sabe suficientemente, y la consecuencia es que hay que estudiarlo más y mejor. Estudiar más física, matemáticas o latín, no más pedagogía. Por supuesto que siempre habrá grandes investigadores muy sabios que no amen la enseñanza y se nieguen a ejercerla. Pero no será porque no sepan enseñar, sino porque no quieren hacerlo, porque no les gusta la enseñanza, porque odian a los adolescentes, porque prefieren investigar, en fin, por mil razones que no tienen nada que ver con nada que un pedagogo pueda aportarles. Y por descontado, ningún curso de formación del profesorado les hará cambiar de opinión.

Y sea como sea, lo que sí que es seguro es que no hay nadie con un mínimo de vergüenza en la enseñanza secundaria y el bachillerato que defienda la utilidad de la formación pedagógica y didáctica recibida en el CAP. De hecho, más bien hay un consenso importante muy contrario al papel que la obsesión psicopedagógica y didáctica ha cumplido en la enseñanza secundaria. Muchos consideran, incluso, que esa obsesión ha sido el caballo de Troya que se ha utilizado para destruir la enseñanza pública. Ahora se pretende repetir la misma jugada en la Universidad.

En todo caso, la Universidad Complutense se ha plantado y ha dicho claramente que basta de sofismas, de falacias, de tópicos y de lugares comunes. Con el Claustro del día 26 ha comenzado un auténtico debate que seguramente se extenderá a todas las Universidades del Estado.

Ahora, la pelota está sobre el tejado del Ministerio. Por el momento, la UCM ha dicho “no” al Master de Formación del Profesorado. No se trata de un “no” a Bolonia, desde luego, sino, simplemente, de un “no” a uno de sus aditivos españoles, a una ocurrencia masoquista de las autoridades académicas que encabezan una educación pública rendida ya en general a la dictadura de los psicopedagogos.

Otras Universidades seguirán el ejemplo. Y es posible que el curso que viene el “no” sea masivo y que sea un “no” general a la Convergencia Europea y al programa neoliberal de mercantilización de la enseñanza.

(1) Manifiestos, artículos y enlaces relacionados:

Manifiesto “La Profesión de Profesor”
http://fs-morente.filos.ucm.es/manifiesto/index.htm
Respecto a la opinión de los profesores de secundaria sobre el CAP puede consultarse un interesante debate entre los comentarios del siguiente artículo:
http://blogs.publico.es/dominiopublico/416/golpe-de-estado-en-la-academia/
Asamblea permanente de Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid
http://bastiondelconocimiento.blogspot.com/2008/05/asamblea-permanente-filosofafilologa.html
Carlos Fernández Liria. “La filosofía en huelga” (Diario Público)
http://blogs.publico.es/dominiopublico/503/la-filosofia-en-huelga/
Dani Iraberri y Alfredo Almendro “El fin de la profesión de profesor”
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=62525
Debate internacional sobre la Convergencia Europea.
http://fs-morente.filos.ucm.es/convergencia/debate/inicio.htm
Juan Bautista Fuentes Ortega: “El Espacio Europeo de Educación Superior, o la siniestra necesidad del caos”
Carlos Fernández Liria / Luis Alegre Zahonero: “La revolución educativa”http://lacavernadefilosofia.wordpress.com/2007/12/12/juan-bautista-fuentes-ortega-carlos-fernandez-liria-y-luis-alegre-zahonero-ante-la-convergencia-europea/

domingo, 1 de junio de 2008

COMUNICADO DEL GRUPO DEL ENCIERRO CONTRA BOLONIA EN LA ESCUELA DE TRABAJO SOCIAL

No existen suficientes líneas para plasmar lo que ahora mismo pensamos y sentimos acerca de una situación que se ha vuelto insoportable para todos/as.


Nuestra intención no era ésta; no queríamos crear un clima de encrespada convivencia donde apenas existe el diálogo más que para insultarnos.


Nuestra intención no era y es otra que luchar contra el Plan Bolonia, un proceso que nos viene impuesto y que muchos/as de nosotros/as consideramos que va a acabar con la verdadera educación, aquella que forma a las personas para hacerse críticas frente a los cambios y no para acabar con el uso de la razón frente a los mismos.


Por ello, durante nuestro período de encierro hemos estado trabajando duramente en esto. Ha sido duro por el hecho de que no es fácil dejar de lado nuestras vidas y comodidades para esforzarnos por hacer llegar la información al resto de la gente.


Noches sin dormir, asambleas diarias de horas, comisiones de trabajo, estudio personal, clases… Nadie ha querido interesarse por esto y sin embargo ésta ha sido nuestra realidad.


La convivencia diaria no es fácil y por ello hemos tenido muchos fallos a la hora de organizarnos, pero nuestros intentos han sido múltiples.


No teníamos nada en contra de nadie; ni del decano, ni de los/as conserjes, ni de las limpiadoras, ni de los estudiantes. Pero conforme ha ido pasando el tiempo nuestra presencia ha resultado cada vez más molesta.


Frente ha esto hemos querido escuchar y recogimos las quejas que las limpiadoras tenían al respecto. Fueron tratadas en asambleas y nos organizamos para limpiar todo aquello que ensuciábamos.


Pero puestos a quejarse se nos echó la culpa de todo aquello que sucedía en la facultad, olvidándose que ésta está compuesta por 2000 alumnos/as.


Entonces, a nadie le importa ya cuál sea nuestro verdadero trabajo, sino únicamente que somos una presencia cada vez más insoportable de ver.


Invitamos a la asamblea a las distintas personalidades para solucionar esto entre todos y todas, pero según ellos/as la falta de líderes hace que no se pueda mantener una comunicación.


Entonces es perfecto, porque ahora en lugar de estudiantes somos antisistemas que okupan la facultad. Así que no hace falta explicar nada más, porque un okupa es un parásito sin ninguna otra ambición.


El rechazo de nuestra persona ha sido notable y no sólo nos han insultado, sino que nos hemos sentido despreciados y considerados como escoria.


Insultos tales como: pies negros, mierdas, apestosos, gilipollas, etc.

Se trata de una cara oculta que sólo los/as que lo estamos viviendo podemos conocer.


Nuestro rechazo hacia los medios de comunicación ha permitido que sea su principal arma de inculpación. No han perdido el tiempo en llamarlos para poder crear una alarma sensacionalista con la que poder criminalizarnos.


Se quejan de picaduras de pulgas personas que no han estado más que unos minutos en el aula, mientras que ninguno/a de los/as encerrados/as nos hemos quejado en dos semanas y media de encierro.


Emplean acusaciones inconexas con las que desmontar todo nuestro trabajo. Pero la sensación que nos queda es la poca esperanza en la capacidad humana por basarse en el diálogo y el respeto, sin la necesidad de crear enfrentamientos intervenidos por agentes externos que únicamente pretenden lucrarse de todo esto.


Pedimos disculpas por los desórdenes provocados durante el período de encierro, pero en ningún momento nos arrepentimos de nuestra labor.


El fallo ha sido de todos/a, pero mientras unos/as se basan en el diálogo directo (porque no tenemos miedo de nadie) para buscar soluciones, otros/as buscan a sus llamados “representantes” y verdugos sensacionalistas para provocar un tensión que dialogadamente podía haber sido evitada.